viernes, 2 de enero de 2009

EL AMOR Y SU ISLA.

me llego por mail y vale la pena tenerlo en cuenta .........


Érase una vez...

En una preciosa y hermosa isla habitaban todos los sentimientos y emociones humanas que se pueden sentir. Convivían el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Alegría, la Tristeza y muchos más. Todos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila incluso hasta previsible. A veces, La Rutina, hacía que El Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces, La Constancia y la Convivencia lograban aquietar al Descontento. Un día inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes.
El Conocimiento Dijo:
- Tengo una mala noticia para darles: la Isla se hunde
Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:
- ¡No como puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!
El conocimiento repitió:
- La Isla se hunde
- ¡Pero no puede ser! Quizás estás equivocado!
- El Conocimiento casi nunca se equivoca - dijo la Conciencia, dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser por que se hunde.
- Pero, ¿qué vamos a hacer ahora? -preguntaron los demás.
Entonces el Conocimiento contestó:
- Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de abandonar la isla.... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, por que el que permanezca en la isla, desaparecerá con ella.
- No podrías ayudarnos? - preguntaron todos, por que confiaban en su capacidad.
- No!- dijo el Conocimiento-, La Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto, volaremos hacia la isla más cercana.
Las emociones dijeron:
- ¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros?
Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, que no es tonto ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.
Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero...Todas... salvo el Amor.
Por que el amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:
- Dejar esta isla... después de todo lo que viví aquí... ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahhh.... Compartimos tantas cosas...
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio de irse, el Amor se subía a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacer en otros tiempos. Tocó cada piedra...y acarició cada rama...
Al llegar a la playa, exactamente al lugar desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:
-"Quizás la isla se hunda por un ratito... y después resurja.... por que no?"
Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible...
La isla se hundía cada vez más...
Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir nada, porque estaba tan dolorido que solo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.
Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande, y que aun cuando se hundiera un poco siempre podría refugiarse en la zona más alta.... Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él...
Así que una vez mas, tocó las piedritas de la orilla... y se arrastró por la arena... y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa... que en otros momentos fuera enorme...
Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le agradaba, era la más elevada...
Y la isla se hundía cada día un poco más....
Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño...
- Después de tantas cosas que pasamos juntos- le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente, solo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.
Justo en ese momento, el amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra...
Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el amor se dirigió a la bahía.
Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.
Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros lo comprendiera y le llevara.
Observando el mar, vino venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía.
- Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de la isla que no tuve tiempo de fabricarme un bote.
La Riqueza le contesto:
- Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento... -y siguió su camino sin mirar atrás.
El Amor siguió observando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florcitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención.
El Amor se estiró un poco y gritó:
- ¡Vanidad... Vanidad... llévame contigo!
La Vanidad miro al Amor y le dijo:
- Me encantaría llevare, pero... ¡tienes un aspecto¡... ¡Estás tan desagradable... tan sucio, y tan desaliñado!... Perdón pero afearías mi barco- y se fue.
Y así, el amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta el Odio. Y cuando pensó que ya nadie pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.
- Tristeza
, hermana -le dijo-, tú que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo... ¿Me llevarás contigo?
La Tristeza le contestó:
- Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaan triste... que prefiero estar sola -y sin decir nada más, se alejó.
Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, él y la isla iban a hundirse en el mar hasta desaparecer.
Entonces se sentó en él último pedacito de su isla que quedaba a esperar el final...
De pronto, el Amor sintió que alguien chistaba:
- Chst- Chst- Chst...
Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos.
El Amor se sorprendió:
- ¿A mi?- preguntó, llevándose una mano al pecho.
- Sí, sí- dijo el viejito-, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo.
El Amor lo miró y le quiso dar explicaciones:
- Lo que pasó, es que yo me quedé...

- Entiendo -dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase-, sube
El amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla.
No pasó mucho tiempo antes de poder ver como el último centímetro de la isla que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre.
- Nunca volverá a existir una isla como esta - murmuró el amor, quizás esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.
- No -dijo el viejo- como ésta, nunca.
Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo.
Se dio cuenta que iba a seguir existiendo.
Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido.
Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:
- ¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Nadie comprendía que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es...
Entonces la Sabiduría lo miró a los ojos un buen rato y dijo:
- Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir adelante. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse.
El que te salvó, Amor, es el Tiempo...."

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